El cambio no siempre se anuncia. La mayoría de las veces nada más aterriza inesperado, tajante. Sin pedir perdón ni permiso.
Navegar el cambio -que es lo único constante en la vida- requiere disposición, presencia, energía y enfoque.
Cambiar, puede resultar para muchas personas, profundamente agotador (yo soy una de esas personas).
Interiorizar la impermanencia de todo en la vida, no es algo que me haya resultado sencillo. Aprendí a creer que todo lo que está bien es lo que «dura para siempre»: El trabajo estable en la misma empresa hasta jubilarse, el matrimonio hasta que la muerte nos separe y las amistades desde el jardín de infantes.
Pero poco a poco, a veces de manera amable y otras no tanto, la vida se ha encargado de mostrarme que nada es para siempre. Que todo cambia y nada permanece.
En el libro What the Buddha Taught del escritor y monje budista Walpola Rahula encontré hace varios años las enseñanzas fundamentales del budismo. El autor, menciona que existen tres sellos fundamentales de la existencia: Anicca, Dukkha y Anattā.
Estos tres conceptos son a la fecha, una de mis herramientas para anclarme al presente. Un mantra y recordatorio diario para navegar cualquier cambio. Porque creo firmemente que uno de nuestros grandes poderes como seres humanos, es tener la capacidad de reconocer (a través del autoconocimiento) nuestras necesidades inmediatas y priorizar atenderlas cuanto antes.
Por eso, cuando la ansiedad y la incertidubre ataquen, te invito a tener a mano estas palabras. Ya sea en un papelito pegado al espejo o en tu journal, repásalas en voz alta o baja, las veces que sean necesarias:
Todo fluye, nada permanece, todo cambia y nada me pertecenece.
Hace más de una década, yo formaba parte de el engranaje corporativo, trabajando para una empresa de servicios de marketing. Pero en 2014, justo un día antes del «día del trabajador», me llamaron a la temida salita de reunión para entregarme sin mucha explicación, la carta de despido.
Nunca antes me habían «invitado a salir» de ningún trabajo. Así que confundida, avergonzada y con el ego machacado, me fui. Salí del edificio bajo un aguacero torrencial, abrazada a lo único que me permitieron llevarme: mi taza para el café. Vacía, por supuesto.
Por fortuna y no casualidad, un par de años antes de que me despidieran, me había certificado como instructora de Pilates. Llegué a esta maravillosa práctica buscando gestionar mi estrés laboral y me gustó tanto, que me sumergí en aprender para enseñar. Lo que nunca imaginé, era que haber elegido aprender algo solo «por diversión», se convertiría en mi salvavidas cuando quedé desempleada.
En ese tiempo, aprendí que hay muchas maneras de «llevar el pan a la mesa». Descubrí que en medio del caos, también hay oportunidad y por primera vez, empecé a profundizar en un concepto que en ese tiempo era totalmente nuevo para mí:
La resiliencia
Cuando hablamos de resiliencia, no significa evadir el dolor o la frustración que nos causa una situación adversa y seguir como si nada. Aquí entra de nuevo Anicca, que nos recuerda que aceptar la impermanencia de la vida, nos ayuda a transitar la incomodidad.
Tengo una amiga que desde siempre supo que deseaba ser mamá. Hace poco más de tres años, tomó la decisión definitiva de materializar su sueño y lo logró. Sin embargo, a las 22 semanas de gestación, recibió un diagnóstico devastador. Desde entonces, he seguido de cerca su proceso (aun estando lejos) y he sido testigo de su gran resiliencia. Cuando pienso en mujeres madres poderosas, ella, definitivamente es la que encabeza esa lista. Te invito a leer una parte de su historia aquí.
En el libro Resilience: The Science of Mastering Life’s Greatest Challenges, los autores afirman que las personas que han enfrentado situaciones adversas, aprendieron a ser resilientes a través de estrategias como la conexión humana, el sentido de propósito y la flexibilidad mental.
Cambiar de ciudad, de país, de casa, terminar una relación laboral o de pareja, son decisiones que requieren coraje y eventos que nos llevan inevitablemente a reinventarnos.
Pero definitivamente, lo que nos salva, es reconstruir las redes de apoyo, pedir ayuda y dejarse ayudar. Encontrar nuevas metas, pasatiempos. Con mucha compasión y paciencia, la mente suaviza su resistencia e irá adaptándose a aquello que cambió.
A todo lo que conocemos, llegamos a través de una primera vez. Por lo tanto, para que algo se vuelva cómodo y familiar, tenemos que darle la oportunidad de entrar.
En resumen, el primer paso para navegar el cambio con resiliencia, es aceptar su naturaleza impermanente. Darnos el permiso de resignificar la conexión con nosotras mismas nos permite reencontrarnos con la forma más auténtica de vivir el cambio: de manera cíclica y natural.
Además, ejercitar la resiliencia, requiere acción, constancia y disposición, porque:
La resiliencia es un músculo que se fortalece diariamente con todo lo que nos sucede.
Estoy con muchas ganas de darle forma a una clase introductoria sobre cómo encontrar claridad en procesos de cambio.
Así que si te resuena, anótate aquí para contarte más detalles pronto.✨💜
Naty.
Rahula, W. (1974). What the Buddha taught (Rev. ed.). Grove Press.
Southwick, S. M., & Charney, D. S. (2012). Resilience: The science of mastering life’s greatest challenges. Cambridge University Press