El pasado #8M no salí a marchar como los años anteriores.
Durante ese fin de semana, me dediqué a pasar tiempo con mi hija y a descansar. Tomamos una siesta, un helado y visitamos un museo.
El contenido “empoderador” que se genera alrededor de la fecha conmemorativa, me abruma y aturde cada año un poco más.
“Estoy harta”. Le dije a una amiga en uno de esos audios largos y recíprocos de WhatsApp. Estas dos palabras (en conjunto con la premenstrualidad), desataron una verborrea que se escuchaba algo así:
«Estoy harta de vivir en un mundo en el que se normaliza sentirse agotada. Estoy cansada de vivir en un mundo de hombres, bajo sus reglas absurdas, su tono insolente, su ritmo frenético. Harta del desinterés generalizado por comprender y honrar la ciclicidad de la naturaleza, de la que todas nosotras somos reflejo. (…) Me siento tan desesperanzada de presenciar el retroceso en derechos humanos y reproductivos. Me da impotencia, vergüenza. ¿Cómo fue que llegamos aquí? ¿Cómo se las ingenian para seguir minimizando, convenciendo, persuadiendo, colonizando, matando? Estoy harta de sentirme harta«.
Fin del rant *Respiro*
De verdad quisiera que no se necesitara una marcha anual para visibilizar que las mujeres seguimos sin tener acceso total a derechos fundamentales.
Me ahoga la incertidumbre cuando veo que le estamos heredando a las infancias actuales un planeta agonizante y explotado.
Porque ambos, capitalismo y crisis climática, se derivan de la dominación patriarcal.
Recuperar el territorio de nuestra mente colonizada y sobrecargada de información manipulada, es una revolución personal, pero necesaria. Porque recordemos que aunque la frase esté tan manoseada, lo personal es político.
Si bien el feminismo nos ha mostrado la necesidad imperante de desmantelar el patriarcado, también nos ha dejado vacíos y confusión.
Nergiz de Baere en su viral ensayo “The Next Wave of Feminism is Matriarchy”, propone la necesidad de una transformación en las estructuras sociales actuales, en la que un matriarcado sea la próxima fase del feminismo.
Aunque recomiendo altamente leer el ensayo completo, así como la investigación de la Dra. Heide Göttner-Abendroth, quiero crear una síntesis e interpretación de algunos puntos de su ensayo, con la única finalidad de compartir, hacer catarsis y encontrar alivio en sostener la visión de un futuro más esperanzador.
La autora argumenta que, aunque el feminismo ha logrado avances significativos en derechos legales, vivimos en un sistema diseñado para perpetuar relaciones de dominación y opresión. Según De Baere, el matriarcado no es un patriarcado invertido, sino una estructura social centrada en las mujeres. Especialmente en las madres.
En un matriarcado, no existe una jerarquía dominante como en la que vivimos actualmente, sino un círculo inclusivo cuyo objetivo es satisfacer las necesidades de todas las personas que componen la sociedad.
Si representamos al patriarcado con una figura, sería un triángulo. Quien está en la cima, es el hombre cis blanco promedio adinerado. Lo que significa que cuanto más alto una persona está en ese triángulo y más recursos posea, más poder tendrá para dominar a los demás.
Por otra parte, un matriarcado es una estructura social donde las mujeres están en el centro. Por lo tanto, el respeto por la vida y los cuidados, se refleja en las normas culturales de una sociedad matriarcal.
Hago énfasis en que la maternidad debe ser electiva, no impuesta. Sin embargo, imaginar un mundo donde no se infravalore lo sagrado de gestar, criar y sostener a las infancias de manera colectiva, es lo que me brinda en este momento un ápice de fe.
If the earth is a woman
If the sea is a woman
If the moon is a woman
I know God is a woman.
-Lubiana, Farafina Mousso.
Existe evidencia arqueológica que revela que durante la mayor parte de la historia, los humanos han vivido en sociedades matriarcales pacíficas. Pero el patriarcado está tan profundamente arraigado en nuestras psiques, que se nos dificulta imaginar que puede existir una forma distinta de vivir.
En todo libro de historia, los hombres son los pioneros, los héroes, los inventores de la humanidad. Pero en realidad, son las mujeres las verdaderas responsables de la evolución humana a través de los cuidados. Después hablaré sobre la ética del cuido de Carol Gilligan que encuentro también sumamente inspiradora.
Las madres fueron las primeras inventoras, sanadoras, desarrolladoras del lenguaje, storytellers y quienes descubrieron el fuego.
¿Sabías que una de las maestras de Sócrates fue una mujer llamada Aspasia? Yo no. Hasta hace poco me enteré. Ella, como muchas otras, no han recibido el reconocimiento ni el mérito que merecen solo por el hecho de ser mujeres.
Según Goettner-Abendroth, el patriarcado surgió hace aproximadamente 10.000 años entre Europa y Asia. Las fluctuaciones climáticas provocaron escasez de alimentos, lo que obligó a las comunidades a abandonar la agricultura y depender del pastoreo de animales. Esto generó los primeros conflictos armados y la acumulación de recursos. La naturaleza violenta, dominante y nómada de estas culturas hizo que las comunidades matriarcales pacíficas tuvieran muy pocas posibilidades de resistir y permanecer.
Según De Baere, hay cuatro condiciones clave para empezar a instaurar un matriarcado: Reciprocidad, comunidad, amor y regeneración.
De la avaricia a la reciprocidad: El capitalismo nos ha entrenado a consumir de manera inconsciente y voraz. Cada vez compras algo ¿te preguntas si realmente lo necesitas?
Del individualismo a la comunidad: Nos quieren aisladas, compitiendo unas con las otras, calladitas y encerradas. Jean Shinoda Bolen dice que «cuando las mujeres se unen y comprometen unas con otras a pertenecer, crean juntas un canal de transformación para sí mismas y un vehículo para cambiar al mundo».
Del control al amor: Ambos no pueden existir al mismo tiempo.
De la explotación a la regeneración: Dejar de percibir la naturaleza como un recurso infinito y empezar a considerarla un sistema vivo con el que debemos colaborar, no dominar.
Nuestro cerebro sufre el constante bombardeo del «deber ser» desde que nacemos. Aprendimos a normalizar, a callar, a pasar de largo, a no molestar. Pero justo ahora estamos en un momento en la historia en el que la única opción viable es sembrar las semillas de una transformación social real. Por eso es tan importante no dejar que se atrofie nuestra capacidad de imaginar, pensar, crear, cuestionar (menos conversaciones con el GPT y más interacciones reales con personas en comunidad).
Tenemos que involucrarnos hablar, nombrar y actuar. Para que algo nazca, algo debe morir y definitivamente, las estructuras actuales que sostienen el poder, deben desaparecer.
Quiero creer que aunque estemos hartas y sintamos que el planeta avanza hacia una devastación absoluta, una sociedad amorosa, regenerativa, recíproca y basada en la comunidad es posible.
Que aunque nunca lleguemos a ver los frutos de nuestras semillas brotar, mantengamos encendido el deseo genuino de sembrar.